Lavado de cerebro



El refranero español abarca conocimientos y expresiones de todo tipo, una de las más comunes y menos lógicas es el “lavado de cerebro”.

Como si de una sesión de peluquería más se tratara, se habla de este tipo de lavado, pero ¿cuál es su origen?, ¿cuál es su correcto uso?

Los psiquiatras definen el lavado de cerebro como una técnica de tortura psicológica basada en el aislamiento y la intimación para conseguir vencer la resistencia del sujeto y la consiguiente imposición de nuevas ideas.

Este término surgió por primera vez en China para tratar la persuasión que el Partido Comunista ejercía sobre la oposición. El término “xinao”, literalmente lavado de cerebro, era un juego de palabras que hacía referencia a la limpieza de la mente y del cuerpo promovida por el taoísmo.

Años más tarde, en 1950, el Gobierno estadounidense aplicó el término como justificante de que algunos prisioneros de Estados Unidos habían colaborado con sus captores durante la Guerra de Corea.

Antes de emplear una expresión de uso confuso, debemos partir de la base del concepto y analizar los diferentes aspectos.

El cerebro es el órgano más plástico por excelencia, se encuentra en un cambio y reorganización continúas: gana neuronas, pierde neuronas, adquiere algunos conocimientos, olvida otros…

La plasticidad cerebral se encuentra íntimamente ligada con la plasticidad mental. Todo cambia dentro del cerebro, no solo los conocimientos, sino también nuestra forma de pensar, opiniones… Y esto no es porque constantemente esté alguien “lavándonos el cerebro”, sino por todos los factores que nos rodean y nos determinan como personas, aunque muchos crean que su “yo actual” es su “yo definitivo”.

A pesar de que sea complejo de lograr, el lavado de cerebro viene determinado por una serie de principios básicos: aislamiento/separación de contactos que se relacionen con la vida pasada, control absoluto, dependencia y confusión mental. El conjunto de estos factores puede provocar lo que todos conocemos como lavado de cerebro.



Algunos ejemplos de los “lavados de cerebro” más comunes son las redes sociales, las sectas, las actitudes adoptadas durante las guerras…

En el caso de las redes sociales se aplica a la perfección los principios del lavado de cerebro. Estos resultan tan eficaces que ni siquiera los propios usuarios se dan cuenta de que están siendo sometidos a un cierto comportamiento. Es más, en este momento la sociedad considera que el hecho de compartir cada acontecimiento que presencia es muestra de un life-style de cierta libertad.

Las sectas son organizaciones, generalmente religiosas, que se alejan de las doctrinas tradicionales y adoptan un carácter secreto para los que no pertenecen a ella, especialmente cuando se considera que es destructiva para sus seguidores. 

Muchas sectas ejercen control mental, lavado de cerebro, sobre sus miembros hasta el punto de perder el control de su vida en todos los ámbitos.



Muchos ejemplos y muchas situaciones hacen referencia al lavado de cerebro, un dicho que cada vez es más cotidiano.

Y a ti, ¿te lavan el cerebro?

 

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